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Agos
ERIC SARDINAS (XXVII Festival Internacional de Blues de Getxo 2015)
Crónica y fotos: Javi Galeano
Actuó el: 18/7/2015    

Todavía con restos de arena de la playa de Sopelana en el trasero, nos acercamos hasta la plaza Biotz Alai de Algorta en Getxo. Sin demasiados problemas para aparcar el coche en sus aledaños, no tardamos en ser parte del ambiente de festival veraniego que se respiraba en el lugar.

 

 

 

La plaza de al lado estaba repleta de personas que disfrutaban con una jarra de cerveza entre las manos, de los covers bluseros de Hendrix que un guitarrista callejero versionaba. El cielo se había vuelto a despejar tras una seria amenaza de tormenta, y ya se acercaba la hora señalada para el evento, las 21:00...

 


 

Si unos días antes los que ocupaban el escenario de la 27a edición del Getxo & Blues, eran Davina and the Vagabonds y el mítico Maceo Parker, ese sábado sería el estadounidense con raíces cubanas, Eric Sardinas.

 

Si unos días antes los que ocupaban el escenario de la 27a edición del Getxo & Blues, eran Davina and the Vagabonds y el mítico Maceo Parker, ese sábado sería el estadounidense con raíces cubanas, Eric Sardinas.
Pasaron pocos minutos de la hora establecida y la plaza se llenó prácticamente por completo. Demi Solorio fue el primero en aproximarse a su batería seguido de Levell Price con el bajo. Eric Sardinas comenzaría a entonar las primeras notas de “Boomerang”, de su último disco, tras saludar al respetable, ataviado con su inconfundible sombrero tejano que no hacía más que sumar elegancia a su peculiar vestimenta.

 


 

Entre temas como “Trouble”, “Run devil run” o “Low down love”, sonaron versiones de clásicos del blues como “I can’t be satisfied” de Muddy Waters. No sería el único tributo a los grandes del estilo afroamericano. También se rendiría un merecido homenaje a Johnny Winter o incluso a Steve Ray Vaughan. Su versión acelerada del “How Many More years” de Howlin’ Wolf calentó la atmosfera de la plaza getxotarra, así como con otra versión del ‘Road house blues’ de los Doors.

 


 

Tras declarar que era hombre de pocos amigos y que, los pocos que consideraba cercanos a él eran los allí presentes, pidió ayuda al público para que corearan con él “Down to wiskey”. No fue difícil convencer a una audiencia entregada y que lo estaba pasando realmente bien.
El de florida no fue el único en destacar esa noche. Un pequeño alto en el camino, brindó un espacio para que Levell Price diera buena cuenta de su control de las cuatro cuerdas, además de ceder parte de su solo a los tambores de Demi Solorio. Además de constatar que el escenario era suyo, dejaron claro que era territorio sin ley, a juzgar por los cigarrillos que se fumaron en plan “outsiders”.

 


 

El humo del tabaco fue, a parte de la sobria iluminación, el único efecto sobre las tablas. No hacía falta nada más, pues sería incoherente y estaría fuera de lugar. Si alguien esperaba un virtuosismo especial en Eric Sardinas, a la hora de frasear, no lo iba a encontrar. El de Fort Lauderdale no busca ni composiciones complicadas, ni melodías imposibles. Simplemente expresar su sentimientos en escena a través de su slide, utilizándolo de una manera impactante, y haciendo honor a aquello que un blues man dijo una vez: “no importa que cometas errores al decir una frase, si el mensaje final se hace entender”.



Eric Sardinas no cesó de arrastrar notas por sus guitarras, haciendo uso casi exclusivamente de finger picking, esto es, tocando con los dedos de la mano derecha (en su caso con unas puas a modo de anillos) y del slide. No utiliza más que dos dobros afinados en Sol y en Re, y el calor de las válvulas de un Marshall, aunque sus armas secretas son el corazón que pone en cada nota y la entrega a su público. Ejemplo de ello fue cuando interpretó el ferroviario intro de “County Line”, prácticamente desenchufado. Solo el micrófono de la voz principal hacía llegar el sonido al gentío, subrayando la emoción del tema cargado de blues pantanoso y rock.

 



 

“If You Don't Love Me” fue uno de los últimos temas en sonar, pero donde se dejó el alma fue en un “Slow blues” que se marcó, sosteniendo cada nota como si la vida se le fuera en ello. El público correspondió con una gran ovación y pidiendo un bis tras el cual, todos juntos, Big Motor y Eric Sardinas, se despidieron muy agradecidos por los aplausos recibidos, prometiendo que iba a acercarse a la zona de venta de discos para saludar a la audiencia. Así lo hizo.

 


 

A pesar de que repitió una y otra vez que debía irse pues tenían que coger un avión en pocas horas, el aún sudoroso Eric Sardinas, no se marchó hasta saludar hasta el último fan, mostrando el mismo entusiasmo y atención que al primero.
Fue un concierto, el quinto para el que escribe esta crónica, que cumplió las expectativas. Concierto entretenido, con buen sonido y buen ambiente. Atrás quedan los años en que apareció junto a Steve Vai por la sala Garés quemando la guitarra; con una “boa” de plumas alrededor del cuello; eyaculando cerveza sobre el mástil de su dobro y tocando entre el gentío. A pesar de que fue un recital de hora y cuarenta minutos bastante sobrio, no defraudó a nadie y nos dejó, al contrario que la canción de Muddy Waters, satisfechos.


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